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sábado, 13 de febrero de 2010

CAPITULO 5

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CAPITULO 5
Aquella oscura y fría habitación le recordaba a cuando estuvo en aquella cárcel de tercera en
Japón, siempre había creído que los japoneses tendrían una cárcel de acuerdo a su forma de
ser, o sea todo muy zen, pero aquel sitio apestaba a orina y a algo muerto, que deseaba con
toda su alma que fuera una vieja rata. Miró a su alrededor, pero no se veía más allá de un par
de metros y tenía demasiado pánico para levantarse y ponerse a explorar entre aquella
oscuridad.
Le pareció oír que alguien se acercaba, se aceleró su pulso y sus músculos se agarrotaron
preparándose para lo peor, de repente, se dio cuenta de que el ruido provenía del exterior. Se
oyó la cerradura, esta chirrió como si la puerta tuviera cien años, por lo menos.
La puerta se abrió dejando entrar un poco de luz, lo bastante para ver que no era una vieja
rata lo que desprendía el hedor. El estomago se le descompuso al ver el cuerpo putrefacto que
estaba alarmantemente cerca de él, como pudo se hizo a un lado intentando abrir hueco entre
su compañero de celda y él. Cuando se repuso, por decir algo, del espeluznante
descubrimiento fijó la mirada en la puerta de la celda.
Allí había un enorme ruso de mirada fría no le quitaba la vista de encima, con su casaca de
pelo de animal y su gorro a juego. El no había hecho nada malo, pero suponía que su
guardián no opinaba lo mismo. De repente y para su asombro, el ruso salió de la celda y cerró
la puerta tras él, de nuevo todo quedó a oscuras y en silencio.
El solo quería reunirse con su amigo Sergei. Después de unos minutos la puerta se abrió de
nuevo y Sergei apareció con la misma indumentaria que el enorme ruso, estaba seguro de que
era Sergei, aunque la cara era de otra persona, de repente el ruso sacó de la parte trasera de su
casaca una escopeta que físicamente era imposible esconder tras un cuerpo humano por muy
grande que este fuera, se acercó a él, le apuntó y empezó a dispararle a bocajarro.
Sintió una extraña sensación y se despertó muy alterado sobre su cama empapado en sudor.
Al cabo de unos segundos se dio cuenta que los disparos del sueño no eran tales disparos,
sino golpes que alguien estaba dando en su puerta.
Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta de su pequeña, oscura y desordenada casa
de Dallas. Mientras caminaba hacia la puerta no dejaba de pensar en esos sueños que tenía, al
fin y al cabo en el tiempo que pasó en Rusia no había tenido problemas, se podría decir que
fue una estancia casi vacacional.
Alguien seguía aporreando la puerta como si le siguiera un lobo o algo.
- Ya va, ya va.-Dijo Harvey con voz somnolienta-.
- ¡ Vamos tío que no tengo toda la noche!. –Exclamó la voz del otro lado de la puerta-.
- ¿Noche?. –Se preguntó Harvey- ¿Qué hora es?.
Abrió la puerta y Scotti entró como si se tratara de su propia casa, miró a Harvey de arriba
abajo y le dijo.
- Bonito pijama.
Se sentó en el sofá y siguió diciendo.
- Vístete Ruby quiere vernos.
Harvey estaba en la cocina, que estaba separada del salón por una pequeña barra, miró el
reloj que tenía en la pared y dijo.
- ¿A las cuatro de la mañana?
- Eh, -le miró-, yo solo soy el mensajero, ¿acaso crees que a mi no me joden estas horas?,
estaba en un club pasándolo en grande.
- ¿En un club, a las cuatro de la mañana, en jueves?, tío estas muy mal. –Le respondió
Harvey mientras se bebía un zumo con un poco de vodka-.
- Disculpa, pero ya es viernes y los viernes ya son fin de semana. –Repuso Scotti
levantándose y preparándose para salir-.
Salieron de la casa, bajaron las pequeñas escaleras del porche y salieron al jardincito
delantero.
- ¿Has venido andando?. – Le preguntó a Scotti-.
- Me ha traído un colega. –Respondió-.
Se encaminaron hacia el coche de Harvey.
- ¿Sabes de que se trata? ¿Qué puede ser tan urgente que no puede esperar a que sea de día?.
–Preguntó Harvey-.
- Ni idea tío, pero si tiene que ser de noche, no va a ser legal fijo. –Le respondió Scotti
mientras se subía el cuello de la chaqueta-.
- Genial. –Dijo Harvey-.
Subieron al Chrysler Country Newport coupe de 1950 que Harvey conservaba como una
joya. Era un coche que tenia casi trece años y se le notaban cada uno de esos años, no es que
estuviera particularmente maltrecho, pero una sucesión de desajustes le daban un aspecto
realmente horrible.
- ¿A que esperas para deshacerte de esta cafetera?. –Preguntó Scotti mirando con asco al
coche-.
- A ser rico y famoso. –Respondió mientras giraba la llave del contacto y ponía en marcha el
motor-.
No es que la vida de alguien que se encargaba de hacer trabajos de dudosa legalidad para un
mafiosillo fuera precisamente la de un muerto de hambre, ya que ganaba bastante pasta por
cada trabajo, pero Harvey creía que gastarse miles de dólares en un coche no era algo
imprescindible. El se veía haciendo algo grande, así que guardaba la pasta para cuando
llegara el momento de montar su propia empresa o pagar su fianza, llegado el caso.
Salieron de la calle Herrling y giraron a la izquierda en la avenida Gertrude por la que
siguieron hasta la avenida Spring, giraron a la derecha y se encaminaron hacia el club de
Ruby.
Tardaron quince minutos en llegar, ya que a esa hora el tráfico solo se daba en los clubs de la
ciudad y no precisamente de vehículos a motor.
Entraron en el club por la puerta de servicio, no sin antes pasar el reconocimiento de los dos
gorilas que se encontraban guardando la puerta como si esta fuera suya.
Subieron por las escaleras hasta el piso de arriba, donde se encontraba el despacho de Ruby.
Jack Ruby era un mafiosucho que había llegado de Chicago hacia años para dirigir el club
nocturno de su hermana, el Singapore. Tras varios intentos por su parte de abrir negocios de
este estilo, Ruby acosado por una serie de problemas laborales con la AGVA (American
Guild of Variety Artists) empezó a estrechar sus contactos con los líderes de la mafia Carlos
Marcello y Santos Trafficante.
Aunque a Harvey le pagaba e informaba de todo Ruby, sabía muy bien que sus verdaderos
jefes eran esos dos señores.
Entraron al despacho y se encontraron con Ruby, que estaba contando un montón, de billetes
sobre su mesa.
- Bien, ya estáis aquí. –Dijo Ruby levantando un momento los ojos de la pequeña fortuna que
tenía debajo-.
Dejó de contar los billetes, se levantó de la silla y continuó.
- Bien, coged esas bolsas negras de ahí detrás y llevadlas al almacén de la calle Hoobs.
- Si jefe. –Respondió Harvey cogiendo las bolsas-.
Así eran todas las conversaciones que mantenían cuando se trataba de trabajo, Harvey
conocía bien las dos únicas normas, no preguntes que llevas y no mires dentro jamás.
Salieron del club por donde habían entrado, pusieron las bolsas en el asiento trasero del
coche y se pusieron en marcha.
- Podrías poner la radio, por lo menos. –Comentó Scotti-.
- No funciona. –Replicó Harvey-.
- No jodas tío, a ver déjame probar. –Dijo Scotti cogiendo la rueda del volumen, que a la vez
era para encenderla.-
Solo se oía ruido , Scotti giró la rueda de al lado que servía para sintonizar las emisoras
varias veces en todas direcciones, pero nada de nada, tanto entusiasmo dedicó a girarla que
sacó la rueda de su sitio y se quedó con ella en la mano.
Con el artilugio en la mano miró a Harvey y empezó a reírse. Harvey también comenzó a
reírse por lo destartalado del coche. Le cogió la pieza a Scotti y apartó la vista un segundo de
la carretera para ponerla en su lugar. Solo fue un segundo, pero fue el tiempo justo para
saltarse un semáforo que ya estaba en rojo.
- Tío, el semáforo!. – Gritó Scotti, que si había visto la señal luminosa-.
Harvey puso de nuevo la vista en la carretera e intentó esquivar como pudo el amago de
infarto que se le venía encima.
- Joder tío, suerte que no venia nadie. –Dijo Scotti aliviado-.
- Serás cabrón, -dijo esta vez con aire recriminatorio- podíamos habernos matado por culpa
de este puto montón de chatarra.
Se miraron y comenzaron a reírse de nuevo.
Siguieron conduciendo por las solitarias calles de Dallas casi automáticamente, ya que
habían hecho trabajos para Ruby, prácticamente por toda la ciudad.
- ¿Qué crees que llevamos esta noche?. –Preguntó Scotti señalando hacia atrás con un gesto
de cabeza.
- Me importa un carajo, ya sabes que cuanto menos sepamos más viviremos. –Le contestó
Harvey-.
- Vamos, no me digas que nunca tienes curiosidad por ver lo que este cabrón nos hace llevar
de un lado a otro.
- La verdad, es que soy más feliz sin saberlo. –Dijo Harvey sonriendo-.
Ambos se quedaron en silencio mirándose a la cara unos instantes.
- Al diablo, yo voy a mirar a ver. –Dijo Scotti a la vez que se giraba hacia atrás para alcanzar
las bolsas.-
- ¿Estas loco o que?, estate quieto maldito chiflado vas hacer que nos maten. –Le decía
Harvey a la vez que intentaba detenerlo con una mano y conducir con la otra-.
Después de un breve forcejeo Scotti volvió a su sitio riéndose y le dijo a Harvey, que parecía
enfadado.
- Tranquilo tío, solo es para amenizar el viaje.
De nuevo se quedaron en silencio, se volvieron a mirar y empezaron a reírse.
- Serás gilipollas. –Dijo Harvey-.
Veinte minutos después llegaron a su destino, estaban cerca de vete tu a saber donde, delante
de un almacén que lo más seguro es que tiempo atrás habría pertenecido a un honrado
empresario que cometió el error de pedir prestado dinero a la gente equivocada. Aparcaron
delante de la puerta del almacén y se bajaron del coche cada uno con una bolsa en la mano.
Miraron alrededor para cerciorarse de que se encontraban solos.
Pero ¿Quién diablos iba a estar por allí a esas horas? Pensaron.
Se encaminaron hacia una puerta más pequeña que se encontraba a la derecha del portón del
almacén. Llamaron a la pequeña puerta y esperaron.
Se abrió una puertichuela que había en el centro, a la altura de los ojos y asomaron unos
grandes ojos azules, se cerró la puertichuela y tras el sonido de varios cerrojos abriéndose se
abrió la puerta para que pudieran entrar.
Entraron para dentro, en la sala había cuatro tipos, sin duda mafiosos de pura cepa, los
delataban las metralletas.
- Dejad las bolsas ahí encima. –Dijo señalando con el cañón de su arma a una mesa el más
rubio de todos y eso que tenía el pelo negro como la noche-.
Hicieron lo que les dijeron, dieron media vuelta y aceptaron la invitación a marcharse que les
hizo el tío de los ojos azules también con su arma. Salieron a la calle y la puerta se cerró tras
ellos.
Sabían que esa entrega era para Carlos Marcello, era su modo de actuar, con esos hombres
trajeados y armados hasta arriba, así era como infundía respeto aquel mafioso. Que tópico,
pensaba Harvey.
- ¿Y ahora qué?. -preguntó Harvey, mientras subían al coche-.
- Tengo un colega que no cierra su garito hasta que es de día. –indicó Scotti mirando a
Harvey maliciosamente-.
- Esta bien, -respondió este-, de todas formas ahora no voy a poder dormir otra vez.
Cogieron la avenida Haskell y siguieron por ella hasta Parry, giraron a la derecha y luego a la
izquierda en Peak, aparcaron y entraron en el garito.
Nunca la palabra garito había hecho tanto honor a su nombre. Era un sitio pequeño, con la
música a un volumen inapreciable y con más mierda que el palo de un gallinero. Se sentaron
en la barra y comenzaron a beber contándose batallitas.
Tras cuatro peleas y dos putas desmalladas por el alcohol, les habían dado las diez de la
mañana, llevaban un pedal considerable y se dieron cuenta de que tenían mucha hambre.
Pagaron la cuenta y se dirigieron a la cafetería de la esquina. Comieron un desayuno típico a
base de huevos y bacon, esta vez en silencio, ya no tenían ganas ni de hablar. Se despidieron
y cada uno se fue a casa.
Eran las once y media de la mañana del viernes cuando Harvey llegó a casa, aunque durante
su vuelta a casa creyó seriamente que lo mejor sería dormir en las escaleras de su porche, a
final hizo un esfuerzo subió las pequeñas escaleras hasta casa, abrió la puerta con las llaves
después de ver que con el mondadientes que había cogido en la cafetería era imposible, entró
a lo que era su casa, ya que veía muy poco y de una forma distorsionada, sin duda el alcohol
se estaba haciendo dueño total de su ser, soltó las llaves en la barra de la cocina y se tiró
sobre su cama vestido y todo, con una única intención, dormir la borrachera.
Cuando se despertó ya era de noche y se sentía como si le hubieran atropellado y después lo
hubieran emborrachado y acostado, se levantó a duras penas de la cama, bueno, lo intentó, ya
que fue de cabeza al suelo, se quedó allí un momento hasta que juntó las fuerzas necesarias
para volver a intentarlo. Si hubiera habido alguien allí le habría informado que esta vez le
resultaría más difícil, ya que el esfuerzo era mayor. Tras varios intentos fallidos decidió
seguir durmiendo en el suelo.
Se volvió a despertar horas después, esta vez si pudo levantarse desde el suelo a la primera,
se dirigió al baño, se miró en el espejo sucio que tenia allí durante un instante y se lavó la
cara con agua demasiado fría, lo supo después de tirarsela a la cara., salió del baño se dirigió
a la cocina y se puso a prepararse algo de comer mientras pensaba que ya nunca bebería
más…..de la cuenta.

4 comentarios:

  1. "Mas mierda que el palo de un galliner" "un pedal considerable", que buenas expresiones jajaja.
    Se diversifica la trama, mola.

    Roland_81

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  2. Nuevos personajes y la mafia, a ver como sigue esto, aunque lo de los comentarios esos tan de la calle, no sé, quizás no pegen demasiado.

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  3. Pues me he leido todos los capitulos del tiron y me ha gustado mucho, cogo sitio.

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  4. Ya veo por donde vas, me gusta.

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